martes, 19 de febrero de 2013

¿Españolizar Cataluña? No. Catalanizar España.



Uno de los grandes "logros" del gobierno pepero ha sido lograr canalizar todas las críticas y todo el odio hacia un sólo ministro de cultura: el señor Wert, alias doctor maligno, alias Fétido Wert, alias "Sr Principio-del-teclado", etc. 

Aunque he recibido críticas por ello y he sido acusado de paranoico, lo cierto es que las declaraciones que fue haciendo este señor a lo largo del pasado año me parecían demasiado fuertes, imposibles de decir en serio por alguien teóricamente "demócrata". Soy de los que piensa que en realidad sus declaraciones eran precisamente para provocar que todas las críticas e insultos fueran hacia él y que no se hablara de que el gobierno pepero lleva tiempo vendiéndonos hasta los calzoncillos para evitar el rescate, quizá hasta las próximas elecciones y que Rubalcaba se coma el marrón. Y precisamente anteayer le tocó comerse críticas y burlas varias (muy ingeniosas, por cierto) en la entrega de los Goya, ya que como ministro de (in)cultura le tocó estar presente. Y precisamente estuvo sentado cerca de dos infiltrados del nuevo programa de Flo en La Sexta (apuesto a que no llega a durar una semana, pues es bastante flojo), que lograron que un chicle pegado en el micrófono estuviera presente durante toda la gala (mira que la vi a trozos y no me percaté del chicle hasta ayer en la sobremesa). Pero dejando de lado anécdotas televisivas, lo cierto es que el artículo va sobre esa frase tan polémica del señor Wert de que "hay que españolizar Cataluña".

Viñeta del año 1937
No es la primera vez que se usa esa frase (ya aparecía en una viñeta satírica sobre el bando Nacional durante la Guerra Civil), pero poca coherencia tiene, y sí mucho gilipollismo del bueno. Porque considerar que Cataluña es necesario "españolizarla", por un lado da por sentado que España no es plural, cosa que contradice directamente la sacrosanta constitución que los peperos defienden a muerte. Y por otro lado, excluye a Cataluña de España, no considerándola pues española (y luego dicen que los que no quieren que Cataluña esté en España son los independentistas). Pero lógicamente, todos hemos entendido lo que quería decir este señor, que Cataluña debe adaptarse a los cánones sobre los que se sustenta el resto de España en general, y renunciar a sus particularidades.

Es una asignatura pendiente de muchos, aquí y en más países: aprender a no ver las particularidades como defectos, aprender a ser plural y a no mirar siempre las cosas desde la propia óptica. Pero precisamente no deja de ser delirante que tenga que ser Cataluña quien se adapte a los cánones del resto de España, cuando en realidad es España quien tiene mucho que aprender de Cataluña.

Salen muchos españolistas autoproclamados defensores de la libertad y dicen que en Cataluña el nacionalismo esclaviza y reprime, convirtiendo esto en una especie de dictadura fundamentalista. Bueno, yo me considero bastante antinacionalista, pero lo cierto es que esa acusación es muy charlotesca teniendo en cuenta que tanto PP como PSOE profesan un nacionalismo español bastante garrulo. 

Fuera de Cataluña es muy difícil encontrar otra opción que se aleje de la dupla PP-PSOE. Y aquí en Cataluña, sin embargo, raro es el ayuntamiento que no cuente, al menos, con 4 partidos con representación, si no más (los hay que llegan a tener 7 u 8). Incluso debemos tener en cuenta que el partido más votado, CiU, en realidad son dos partidos. Algunos ven esto precisamente como un problema, pero es una muestra de la gran pluralidad que existe entre la sociedad catalana. También es en Cataluña donde mejor funciona y está mejor organizada la PAH, y el tejido asociativo es muy rico y muy activo, además de haber muchos más deportes además del fútbol y del baloncesto que son populares.

La madurez democrática y el cosmopolitismo de Cataluña se deben especialmente al haber vivido una Revolución Industrial que no se vivió verdaderamente en el resto de España. Ello se nota en la gran cantidad de clubes deportivos que existen, y no sólo de fútbol, y en la fuerte tradición asociativa y sindicalista, características propias de una sociedad industrial. Por ello mismo, aprovechando las paridas del señor Wert, creo que podemos hacer una propuesta.

Hay que catalanizar España.

Aunque este proyecto peninsular no es el mío, y considero que esta patochada de las autonomías es una tomadura de pelo muy gorda para tener semicontentos tanto a federalistas como a centralistas, lo cierto es que ahora mismo España tiene un ejemplo interno (de momento) en el cual fijarse, que si sigue con la presente actitud es muy probable que lo pierda. Por eso mismo, yo os invito compatriotas peninsulares a quitaros los prejuicios con Cataluña, y tomarnos a nosotros, la ciudadanía del Principat, como un ejemplo a seguir para la defensa de los Derechos Sociales y para la lucha por la Participación Ciudadana. Porque a veces el odio no deja de ser una envidia sana, y esta envidia puede convertirse en ganas de cambiar a mejor.

Y para terminar, comparto con vosotr@s esta artículo escrito en 1978 por un columnista del ABC (qué irónico), José María Carrascal, hablando así mismo de "Catalanizar España".


Jose María Carrascal
"No se asusten. No se trata de abogar por el dominio del catalán sobre el resto de los españoles; no se trata de sustituir la hegemonía madrileña por la barcelonesa. Además, dudo que a los catalanes les interesase. Los catalanes perdieron, hace mucho tiempo, sus ambiciones hegemonistas - más o menos desde aquel episodio fulgurante de los almogávares -y desde entonces se han dedicado a su propio florecimiento, en vez de malgastar energías en subyugar a los demás. Tal vez porque fueron los primeros, entre los pueblos de Europa, que comprendieron que imperialismo es contrario a democracia. Hay que temer muy pocas cosas de los catalanes, y la que menos, afanes de señorío.


Lo que aquí sugerimos es cosa muy distinta y más profunda: que la catalanicidad pase a ser parte operante del alma española, hasta ahora no fecundada por ella: que el hecho catalán no se reduzca a aquella esquina, sino que se incluya en el resto de la nación, no para aplastar lo que es genuino de cada tierra, sino para ensancharlo, potenciarlo y enriquecerlo, haciéndolo más apto para la nueva situación que España inicia.

Una de las mayores desgracias que ha sufrido nuestro país, es lo que ha venido presentándose como "espíritu español", apenas impregnado de catalanismo, cuando debería haber sido uno de sus ingredientes principales. Bien distinto nos hubiera ido, muchas desventuras nos hubiésemos ahorrado, de haber ocurrido así. Pues pudo haber tiempos en que, para ser algo en el mundo, lo mejor era descabezar moros, cruzar cordilleras o conquistar imperios con una docena de hombres.

Pero esos tiempos han pasado hace muchos siglos, y al empeñarnos en sujetar el alma española a tales características, la hemos empequeñecido, mutiladola y haciéndola poco apta para las nuevas circunstancias.

No recuerdo quién dijo, que la única forma de hacer una nación moderna de España, era llenar el país de suizos o ingleses. ¡Y eso teniendo al lado a los catalanes} ¡Qué ceguera¡ ¡Qué desatino¡

Cataluña ha sido la gran desconocida para el resto de España; desde luego más desconocida que Francia, Italia, Inglaterra o la misma Alemania. Se conoce más la literatura rusa que la catalana, y nuestro conocimiento de Cataluña, está hecho a base de cuatro lugares comunes, todos ellos erróneos cuando no agraviantes. Sólo los que, por azares de la vida, hemos tenido la suerte de que nuestras familias fueran a residir allí, pudimos darnos cuenta de las enormes diferencias que hay, entre lo que se cree en el resto de España que son los catalanes, y lo que son en realidad. España no tiene que ir fuera de sus fronteras a buscar virtudes cívicas modernas: las tiene dentro de ella misma en Cataluña, y no me refiero sólo a la laboriosidad, al sentido organizador y de empresa, a la iniciativa. Me refiero a algo más valioso y raro: a la mezcla de tradición y modernidad que hace a los países a la vez estables y dinámicos, al espíritu de cooperación, sin el que una nación no pasa de reino de taifas; al respeto a la intimidad ajena, algo prácticamente desconocido en el resto de España, y que tal vez sea la cualidad más preciosa del espíritu catalán. Todo ello lo necesita España, hoy más que nunca, pues es con esos mimbres con los que se teje auténtica democracia. Sin ellos de poco sirven Constituciones, partidos, urnas.

Cataluña viene adelantándose durante los últimos siglos al resto de España, y la gran tragedia de ésta ha sido no seguir la dirección que le marcaba la que, a fin de cuentas, era su avanzadilla europea. ¿Ocurrirá otra vez algo parecido? ¿Se construirá la nueva democracia española con la colaboración de los políticos catalanes, o seguirá ignorándoseles? Y cuando hablo de políticos catalanes no me refiero a los de allí nacidos, para pasar luego por el filtro de Madrid: me refiero a los catalanes cien por cien, gentes que nos digan las cosas un poco bruscamente, sin rodeos: que nos transmitan su sentido común, su instinto práctico, su conciencia de responsabilidad individual y colectiva. Algo que estamos necesitando cada vez más angustiosamente.

Cuando oigo decir a personas sensibles, inteligentes, que Cataluña no puede separarse "porque el Ejército no lo permitiría", siento como un puñetazo en plena cara. ¿Pero todavía estamos con éstas? ¿Todavía no hemos aprendido?

No. Cataluña no puede separarse porque la necesitamos, hoy más que nunca, y hay que decírselo cuanto antes, bien alto, sin rubores, sin vergüenzas. Necesitamos no sólo su industria, su arte, su organización, su modernidad, sino también su espíritu, su ejemplo, sus líderes, su "seny".

Y espero que ella también nos necesite a nosotros, para ser algo más que un rincón delicioso, cultivado y pintoresco en el Mediterráneo, y proyectar continentalmente, a través de España, el  espíritu catalán, que todavía tiene mucho que decir en esa Europa por hacer."


ECG.

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