domingo, 3 de marzo de 2013

¿Acaso no matan a los caballos?


Aprovechando el título provisional de mi blog (y si las votaciones sobre su nuevo título no avanzan, puede que el definitivo), hablaré hoy sobre un tema que no ha parado de salir en las noticias desde hace semanas: los restos de carne de caballo presentes en la carne de vacuno.

Antes, eso sí, permitidme que explique antes el título del artículo. Los que sean forofos de la novela negra como yo, habrán sonreído al ver el título provisional del blog ("Danzad, danzad malditos") y el título del artículo, ya que el segundo corresponde a una grandísima novela de Horace Mccoy de 1935, y el primero al título en castellano de su excelente adaptación cinematográfica. Y es más que excelente porque, aparte de ser técnicamente muy buena, puede verse con el libro en la mano, y los diálogos prácticamente coinciden. No explicaré nada sobre la novela ni sobre su adaptación a la gran pantalla, pero aun así los recomiendo.

Y ahora, al lío. Y vaya lío. Se ha liado bastante parda con el tema de la carne de caballo, y ya desde el primer día me llamó la atención. Al principio me extrañó, pues tenía presente que la carne de caballo era más cara que la de vacuno, así que, ¿por qué se usaba la carne de caballo para rebajar la de vacuno?

Informándome un poco leí que la carne de caballo había bajado mucho de precio desde el comienzo de la crisis, debido a que los sacrificios de caballos se han multiplicado exponencialmente, rebajando el precio de los productos cárnicos derivados de ellos. Eso es lo que ha motivado a algunos productores con muy pocos escrúpulos a usarla para rebajar el vacuno y ahorrarse unos céntimos.

No puedo dejar de sentir pena por los équidos que son víctimas de no poder mantenerse los terrenos que necesitan para vivir, y de que a menudo se tengan más contemplaciones con otros animales muertos y maltratados que no con ellos. Quizá psicológicamente tenemos la imagen de que el caballo es un animal fuerte y robusto, y sus muertes gratuitas parecen menos dramáticas que la muerte sin sentido de un perro o un gato. Es como el héroe de cine que muere: la muerte del caballo puede sonar incluso épica. Incluso hay quien puede sonarle "necesaria" la muerte de un caballo, debido a la imagen que tenemos de que un caballo debe ser sacrificado si se lastima una pata, imagen en gran parte fruto del cine del Oeste y de la cultura de las carreras de caballos. Hay quien se cree con criterio y poder suficientes como para justificar sin veterinarios delante la eutanasia de un animal, y cuya opinión, en caso de poder darla, dudo que fuera favorable.

Existía un genial micro-cuento de Pere Calders en el cual un jockey caía de su caballo rompiéndose una pierna, y el caballo "piadosamente" procedía a desnucar a su jinete. Gran humor negro en este caso, dándole la vuelta a la moral tan socialmente aceptada del sacrificio del caballo.

Pero volviendo al problema de la presencia de la carne de équido en el vacuno, no entiendo qué problema hay para los consumidores de carne. Los hay que dicen que se ha sufrido una "estafa" al no estar correctamente etiquetada, y que cada uno es libre de elegir si quiere consumir carne de caballo o no. Lo cierto es que no hay estafa alguna, pues por ley un etiquetador no está obligado a indicar un elemento de un producto alimentario si su cantidad dentro del producto es inferior al 1%, a menos que se trate de un alérgeno potencial (y tampoco es obligatorio si la presencia de ese alérgeno no es intencionada, y se debe tan sólo al uso de dichos alérgenos en la misma planta industrial para la elaboración de otros productos que no son el propio producto etiquetado). Y no conozco a nadie alérgico a la carne de caballo. Y aparte, la carne de caballo no presenta ningún riesgo para la salud. Hay quien indica que se han hallado restos de un antiinflamatorio para équidos no apto para el consumo humano, pero menos de un 1% de carne de caballo dudo que represente una cantidad suficiente como para que los restos de dicho antiinflamatorio resulten tóxicos.

Para quienes se horrorizan por este tema creo que deberían repasar la mayoría de productos que compran en el supermercado, y de dónde provienen la mayoría de "E"s que se indican en las etiquetas. O deberían informarse de dónde provienen los filetes de panga, o de que el atún en lata contiene mercurio. Creo que comparado con la mayoría de cosas que nos metemos en el cuerpo y que casi nadie se escandaliza, los restos de carne de équido en el vacuno son algo puramente anegdótico e irrelevante.

Así pues, ¿por qué tanto revuelo? Pues la razón es muy sencilla: por la escasa cultura de consumo de carne de caballo en muchos sitios. El caballo es un tabú alimentario en muchas culturas, como lo serían en la nuestra las serpientes o los escorpiones. Y es curioso que el caballo sea un tabú alimentario. Creo que es por el mismo motivo que he indicado anteriormente: el caballo es un animal que inspira épica, libertad, valor. Es la montura de los héroes de ficción, la de los caballeros medievales. El caballo es sinónimo de campos de batalla, de liderazgo, de aventura. Es por eso que para algunas culturas sea un "shock" el consumir su carne.

No soy médico ni ningún otro experto que pueda dar una opinión contrastada al respecto, pero desde mi humilde visión creo que los consumidores de carne pueden estar muy tranquilos. Aunque creo que nos puede ir muy bien este tema de moda para analizar un poco lo que nos metemos en la boca, y preocuparnos un poquito más por lo que le damos al cuerpo. 

Como curiosidad apuntar que yo personalmente descubrí que eliminando refrescos como la coca-cola o la fanta de los combinados, prácticamente no padezco resaca el día después de una celebración, así que deberíamos preguntarnos también si son los licores en sí los que destrozan nuestra salud, o son más bien esos refrescos cargados de "E"s los que nos pulverizan. Y en consecuencia, deberíamos meditar si es un microgramo de un antiinflamatorio presente en menos de un 1% de carne lo que nos provoca un trastorno de salud, o bien son otras combinaciones alimentarias las que nos llevan a los trastornos.

Y para finalizar, para quienes ya se preparan para censurarme y para ametrallarme a datos varios en defensa de la eliminación de esos productos cárnicos del mercado, me gustaría invitarles a la reflexión de que es muy patético que por esta anegdota équida vayan a tirarse quilos y quilos de carne, teniendo en cuenta la de personas que no pueden llevarse nada a la boca. Y si los propios caballos de los que salió dicha carne pudieran opinar, supongo que antes preferirían que su muerte sirviera para alimentar a alguien. Yo al menos lo preferiría.

ECG.

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