lunes, 20 de mayo de 2013

¿El fin de la izquierda? ¿O el inicio?


Si entrevistamos a personas por la calle al azar, y les preguntamos por sus ideas, seguramente si preguntamos a alguien mayor de 40 años se definirá con conceptos como "socialista" o "conservador". En cambio, si preguntamos a alguien joven, se definirá con términos más del estilo "de izquierdas" o "de derechas". Así al menos nos lo indicaba un estudio del pasado mes de enero en ElDiario.es: La ideología de la generación perdida.

Y eso se debe a que si un adulto se autodenomina como "socialista", seguramente será un socialdemócrata votante del PSOE, pero si esa autodenominación la hace un joven, seguramente nos hallaremos ante un votante de una candidatura minoritaria de ideología más purista. Los conceptos cambian, pero las personas son las mismas, y las bases de lo que se plantean siguen siendo también las mismas.

Pero el problema hoy día es que es muy complicado discutir sobre la problemática actual sin posicionarse en alguno de los "dos" bandos (si es que aceptamos esta simplificación), y a menudo los "discutidores" profesionales ya tienen argumentos prefabricados listos para ser usados, a menudo descalificaciones hacia el otro. Y pese a que hay descalificaciones similares hacia el propio bando, a menudo éstas se obviarán o se verán como cuestiones menos graves que la del contrario.

- ¡Los de tu partido son unos chorizos!
- Bueno, los tuyos también tienen imputados
- ¡Eso todavía tiene que demostrarse, todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario!

- ¡Vuestro candidato no puede ponerse en la piel de un asalariado que no llega a fin de mes con todo el dinero y el patrimonio que tiene!
- Bueno, el vuestro tampoco es que se muera de hambre
- ¡Lo que él tiene podría tenerlo cualquiera con un poco de dinero!


Y así hasta el infinito. El ejercicio del "y tú más". El eterno partido de tennis que no lleva a ninguna parte. Independientemente de quién gane el set, los ganadores son siempre los mismos, y vemos cómo en el teatro electoral partitocrático se rien de nosotros mientras algunos se emperran en intentar demostrar que los otros son peores.

Pero esta circunstancia por descontado que no es nueva, y obedece a una dinámica que viene de muy largo. Y la corrupción de la política profesionalizada por descontado que tampoco es algo nuevo, ya que viene de muchos años atrás. Pero ahí viene otra frase fácil de escuchar hoy día.

- ¡Pero qué revuelto está todo! ¡Pero cuantos ladrones y sinvergüenzas! ¡Antes no estaba todo tan mal!

Por descontado que lo estaba. Pero el problema viene precisamente de que muchos estaban teóricamente bien, o creían estarlo, y por ello no se preocupaban de que nos robaran o de que fueran unos ladrones.

Es toda una conjunción de cosas. En los últimos años, a la crisis económica y social se ha sumado la efervescencia de las redes sociales. Hace 10 años era impensable que una foto de una agresión durante una manifestación, segundos después de que esta sucediera, pudiera estar al alcance de cualquiera que tenga acceso a internet o un smartphone. Y esta información llega sin filtros de ningún tipo, sin ser explicada ni "refinada" por los informativos institucionalizados. El propio pueblo es el que informa al pueblo.

Muchos hablan de que el 15-M fracasó. La "izquierda" institucional en ocasiones llega a decir que "hizo daño", ya que "promovieron la abstención y facilitaron el retorno al poder de la derecha". ¡Menuda falacia!

Sólo hay que mirar a nuestro alrededor para ver la profunda huella que dejó el momento del 15-M. Miles de movimientos ajenos a la denominación partidista tradicional, como la PAH o los yayoflautas, actúan a diario y sin complejos, uniendo en sus filas a gente de muy variadas ideologías y sensibilidades, quedando unidos una causa común: que somos los de abajo, y combatimos a los de arriba.

¿El fin de la izquierda? Eso nos repiten los de la falsa izquierda que, usando su simbología y su retórica, se han acomodado en el poder, convirtiéndose en parte del problema en vez de ser la solución que supuestamente deberían ser. Los partidos tradicionales de "izquierda" pierden votos en desbandada, y los de la "derecha" tradicional también, pues muchos trabajadores sin estudios con sueldos muy altos (que eran los que nutrían de votos al PP y demás) ahora se han topado de caras con la realidad, y se han visto en el paro con hipotecas de más de 1.000€. Muchos que creían estar viviendo "el sueño español" y que disfrutaban de la "España del PP" han despertado de su "sueño", y se han dado cuenta de cuál era el verdadero problema.

Por fin oímos criticar abiertamente los abusos de poder de la clase política, sus salarios y dietas desorbitados. Por fin se dice sin manías que la ley no es igual para todos, y por fin el pueblo se atreve a leer sus propias noticias, y a desconfiar de lo que recibe por los medios tradicionales o de lo que dicen los grandes partidos.

Pero ahora, la descalificación en las discusiones es otra:

- ¡Si no te gusta el gobierno, dame una alternativa!
- La alternativa es el pueblo.
- ¡Eso es demagogia!

- ¿Pero no ves que los políticos hacen lo que pueden?
- Ellos no están haciendo absolutamente nada. Es el pueblo quien se está mobilizando y está arreglando las cosas.
- ¡Eso es sólo tu opinión!

Pero quien quiera seguir descalificando la realidad, desgraciadamente está viviendo en una burbuja. Y ciertamente, en parte envidio a quien todavía puede permitirse pensar así, pues eso significa que los problemas de nuestra sociedad todavía no le han tocado.

No es el fin de la izquierda. Precisamente, es al contrario: por fin el pueblo ha entendido qué es necesario cambiar y quiénes son el problema. Y es cuestión de tiempo que empiecen a surgir soluciones de verdad.

La izquierda de verdad no ha hecho más que comenzar.



ECG.

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